sábado, 12 de marzo de 2016

Pintura en México: las artes visuales como el campo de una batalla simbólica



México mostraba sus rasgos culturales y característicos al mundo gracias a la pintura, algunos de los pintores vistos en clase son:

Primitivo Miranda

Primitivo Miranda, Semana Santa en Cuautitlán, 1858.
Óleo sobre tela, 58 x 72 cm, Ciudad de México.
Museo Nacional de Historia, Chapultepec (INAH)

En este cuadro observamos la separación entre Estado e Iglesia en México. La lucha por libertad de pensamiento estaba cambiando todo el panorama de identidad mexicana. Esta pintura fue muy reconocida y aclamada no solo por el tema representado en cuestión si no por la forma por la que lo hizo el pintor.

Allí comparecen no sólo las figuras procesionales que el rito devoto exigía (Cristo cargando la cruz, la Virgen, san Juan y la Magdalena cerrando la fila), con la cruz pasionaria labrada en piedra como resumen y término del viacrucis y el fraile predicador conmoviendo los espíritus con su elocuencia sagrada. También ocupan su lugar el centurión y los soldados romanos entreverados con los grotescos monigotes enmascarados (empezando por el Cireneo que le ayuda a Cristo con la carga y que más bien parece una figura de fantasía a la Caillot), en medio del estruendo de trompetas y tambores. Todo al modo de un festín carnavalesco, que la religiosidad popular demandaba, pese a prohibiciones ilustradas y reformistas que, sucesiva e infructuosamente, pretendieran combatir y desterrar supersticiones y fanatismos. No por acaso, el centro del primer término lo marca la insinuante y graciosa figura de una “china” que, al tiempo que se apoya amorosa en el hombro de su acompañante masculino, nos lanza una mirada llena de coquetería.

 Lo que le daba todavía mayor resonancia crítica a esta imagen de una tradición popular, era el hecho de que el año anterior había estado marcado por la promulgación de la constitución liberal de 1857 y por toda una secuela de confrontaciones entre una Iglesia que no cedía un ápice en la defensa de sus intereses, presuntamente lesionados por aquella legislación, y un Estado empeñado en construir un régimen republicano moderno, a salvo de amenazas dictatoriales y con una activa participación ciudadana (a través del poder legislativo). En marzo de aquel año, el gobierno ordenó la jura de la nueva Carta Magna a los empleados públicos y a los militares, la Iglesia replicó a su vez amenazando con la excomunión a quienes hicieran el juramento, lo que significaba perder el derecho a recibir los sacramentos (entre otros, el matrimonio y la extremaunción). En ese clima de enfrentamiento a ultranza, la celebración de la Semana Santa en la ciudad de México dio pie a un incidente lamentable e insólito, que quedó registrado en la memoria popular con el nombre de “la batalla del Jueves Santo”.
  
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Olga Costa

La vendedora de frutas, 1951
Óleo sobre tela
270 x 150 Cm
Museo de Arte Moderno, México.


Se daba a conocer la mezcla de sabores en México gracias al cuadro “vendedora de frutas”, esta pintura data del año 1951. Este es su cuadro más grande con medidas de 2.7 metros de ancho por 1.50 metros de largo. La obra es tan poderosa que ha desplazado incluso a las obras de Frida Kahlo (muy justo en mi opinión). El tiempo productivo de Olga Acosta data de 1933 hasta 1984, más de 50 años de trabajo en los que va cambiando no solo su estilo, sino también su ideología. Ella maneja el paisaje como una metáfora abstracta y la naturaleza muerta es realmente muerta, también hace énfasis en su interés por los paisajes y de que el ser humano es parte de la naturaleza misma.

Olga Costa era de nacionalidad Alemana, sin embargo logra proyectar correctamente el clima y la luz de México en sus trabajos, lo que hace muy luminosas a la mayoría de sus obras. Olga elige vivir en México por su fascinación del clima y también por la falta de invierno como lo hay en su país natal. Lo que le permite conocer a detalle a nuestro país y así poder proyectar correctamente los rasgos y características de los elementos nacionales. Además se interesa mucho por la cultura indígena, lo que se aprecia claramente en muchas de sus obras.

Aunque a diferencia de muchas de las pinturas de corte político de Frida Kahlo, las de Olga son más bien de origen naturalista, las dos compartían una ideología de izquierda. “Hoy casi no se encuentran registros sobre Olga Costa en los archivos de Frida Kahlo, pero ellas eran amigas”, “son las diferencias políticas entre los maridos de ambas, Diego Rivera y José Chávez Morado, las que no permitieron que la amistad floreciera del todo”.

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José María Obregón

La pintura, El descubrimiento del pulque, fue una obra del pintor mexicano José María Obregón de 1869, actualmente la puedes disfrutar en el Museo Nacional de Arte, de nuestro país. Se ubica en una exposición permanente por lo que podrás verla casi todos los días. El historiador Alva Ixtlixochitl nos cuenta una historia sobre esta pintura y su origen, sin embargo menciona que esto fue hace muchos años por lo cual nada se puede asegurar. Sin embargo esta pintura es una creación artística, hermosa y exquisita del talento mexicano. 

El descubrimiento del pulque, 1869.
José María Obregón.
Oleo sobre tela, 189 x 230 cm.
Museo Nacional de Arte, INBA



En una tarde como todas, mientras Papantzin padre de Xóchitl caminaba a ladito de los magueyales, logró distinguir que de aquella planta un extraño líquido se veía escurrir. Curioso asomó su ojo mirón, ¡Cuidado! El ratón lo espantó, había perforado la base y el muy travieso huyó.

Papantzin tomó el líquido y lo llevó, era aguamiel. Pasado algunos días el líquido se transformó, el color, la textura y el aroma, el tiempo modificó. Papantzin bebió un poco, el sabor era distinto, ¡Ah qué rico! Murmuró, mientras su alegría se multiplicó.

Esposa e hija mía acompañen a su padre. Papantzin llevará a su rey aquel néctar tan agradable.

Y el Rey dijo: – ¡Qué delicia de bebida! ¡Qué hermosa su criatura! Papantzin quédese a vivir, que su hija educación y atención va a recibir. Al pasar los años juntos procrearon a Meconetzin el último rey tolteca, mejor conocido como Topiltzin.

¡Aguarde! El pintor José María Obregón le quiere retratar, Xóchitl toma la vasija donde el néctar reposa ya. Papantzin presenta el obsequio que aquella tarde dilucido, Tepalcatzin en su trono, rodeado de su pueblo, escucha atento aquel relato donde el susodicho le habla del momento fortuito en que su curiosidad le acerco al descubrimiento del siglo, el pulque.
 Alva Ixtlixochitl 

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José Agustín Arrieta
 

José Agustín Arrieta, China Poblana, ca. 1840.
Oil on canvas. Private collection

Actualmente tuve la oportunidad de verla en el Museo del Barroco de Puebla, aunque desconozco si este era el original o una copia.



Jose Agustin Arriesta nos trae una viva representación de la identidad nacional, en esos tiempos era muy común retratara a las mujeres campesinas, eran vistas como lo tradicional y el legado de nuestro país, eran una fuerte representación cultural de México hacia otros países. Y su imagen no era tan desprestigiada o discriminada como lo es hoy en día por muchos mexicanos. 

Logra representar los colores, dimensiones, detalles y características de los mexicanos en sus pinturas, la china poblana que observan en la parte de arriba es una demostración de ello, su estilo de más de retratar lo que ve y lo que sabe, no disfraza o exagera la realidad, tampoco la embellece o modifica de alguna forma, siempre fiel a la máxima y real representación de las cosas, de ahí radica su importancia ya que sus pinturas sirven como registros para conocer los ambientes y tendencias de la época de la sociedad y cultura mexicana.
 

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Los chinos en esa época eran como los Parias modernos, eran muy mal vistos y repudiados por la sociedad, si bien se tenía contacto con los mismos, era mal visto que la clase alta se relacionase con ellos, solo la clase media y baja no era criticada por su contacto hacia estos. Los bordados con seda china o mantones de filipinas se transformarían después en el famoso reboso mexicano. 

Pueden encontrar muchas imágenes e información sobre este post e el Museo Internacional del Barroco, ubicado en Puebla. Si eres poblano no tiene costo alguno pero si no lo eres el costo sería de solo $50. El museo tiene muy buenas representaciones e instalaciones, pero hablare de el en una entrada aparte ya que pronto lo visitare por una visita escolar. 

Pasamos ahora a la fotografía, la cual si bien es un medio de captura de imágenes no debemos olvidar que está inspirada de la pintura, puede que su tiempo y fidelidad de reproducción sean mejores pero no por eso deja de ser una imagen proyectada.




Como ya mencione, en esos tiempos el tema indígena se convierte en un tema central de la pintura y de la fotografía. El ambulantaje es algo que ha caracterizado a nuestro país desde hace mucho tiempo. Muchos fotógrafos como Antíoco Cruces y Luis Campa representan fielmente los rasgos de las personas que ejercen esta actividad. Si bien en esos tiempos ya había mucha representación del ambulantaje, profesiones, actividades y las clases sociales por medio de la pintura,  no fue sino que hasta la fotografía decide capturar a los indígenas cuando el mexicano es fielmente visto por el mundo. 

Luis y Antioco sí utilizaron modelos, cuidadosamente escogidos para representar a los personajes que ejercían los más variados oficios, posando en minuciosas recreaciones escenográficas.

Más allá de su salida comercial, que los agrupaba en colecciones y que los convertía en souvenir para satisfacer la curiosidad local y extranjera sobre quiénes eran los “tipos populares mexicanos” estos registros tenían una intención clasificatoria de los oficios y trabajos de la sociedad mexicana, a manera de los cuadros de castas; inclusive, como muchas de esas escenas que también ilustraban las actividades familiares, algunas de las escenas recreadas por Cruces y Campa incluían a los miembros de la familia.



Con el perfeccionamiento de la técnica, los fotógrafos salieron a las calles en busca de estos personajes. Nuevamente percibimos una cierta tensión entre el costumbrismo que sitúa a los vendedores ambulantes como parte del entorno mexicano y su insistente individualización como personajes. Es decir, si en México el agua para el consumo era distribuida por “aguadores”, es relativamente sencillo identificar si el aguador era de la Ciudad de México, por su uniforme y peculiar recipiente, llamado chochocol, o era un aguador de provincia. El motivo de estas tomas y su circulación seguía alimentando a un mercado de consumo fotográfico, que cada vez se perfeccionaba, ya fuera a través del formato estereoscópico, que dotaba a la fotografía de una sensación de tridimensionalidad  o a través de tarjetas postales.

Otro fotógrafo fiel a las escenas populares fue José María Lupercio, fotógrafo jalisciense de gran trayectoria e impacto en la fotografía nacional, que dejó un amplio acervo de imágenes de mucha importancia, tanto por su aportación estética a la disciplina, como por su valor documental y patrimonial. Retrató los murales de Diego Rivera y Montenegro en el Ministerio de Educación Pública, los cuadros de Saturnino Herrán, las pinturas de Villalpando, los cuadros de Ledesma y Montenegro para El Maestro, las decoraciones del Dr. Atl en la escuela de San Pedro y San Pablo. Algunos ejemplos de su fotografia son:






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